lunes, 5 de octubre de 2009

Y no, no es casualidad.

Los ojos no son casualidad.
Cosas que podrían ser casuales no lo son.
Mirar eternamente a través de esas capas de aire.
Penetrar los incontinentes espacios para llegar a la próxima retina.
Es mentira que no te das cuenta.
Es verdad que sí sabés a donde vas a llegar.
Todo es calculable, pero antes, es posible que haciendo los propios calculos y evaluaciones me mantenga a la prudente espera de la señal radial, esa que es así de galáctica, esa que de a momentos no te esperás pero que llega, aunque sea tarde.
Por ello, no dejes de esperar tu señal.
Ya sea que te encuentres en esos fallos estragos de la inmortalidad o en esos flúos espaciales en los que las capas de aire son quemadas por el rayo de la retina ajena, no dejes de escuchar, no dejes de recibir esa señal radial, espacial consciente, rayo de luz cósmica que nos trae a la razón y nos efectúa las ecuaciones matemáticas en un segundo y nos permite darnos cuenta en el radio que estamos parados y qué estamos haciendo en él.
No dejes que se te escape ese segundo que te llevará al más allá, aunque -ese segundo- tenga su efecto doce horas más tarde, no dejes de captarlo doce horas antes, porque el efecto se hará cada vez menos tardío, con ello, esperarás menos a causa de la práctica de este ejercicio.
Llamá por teléfono y chequeá tu saldo, ¿te alcanza?
Quizás tengas para unos veinticuatro meses más. ¿Ya sabes como aguantarás?
Yo no, pero puede que vos sí, y si sabés, te escucho, puede que no sea lo mismo pero en lo diferente está esa pista, esa que tanto estamos buscando.
Por ello y por más.
¡¡Que las señales te mantengan en sintonía!!
Casi un deseo de navidad.