



¡Sin sangre! Sin dolor.
Sobre los rieles de la confianza perdió su infancia.
Creyó entender que a donde iba había salida.
Y por no ponerse en juez, extinguió su clavel.
En la angustia o en la espera el prepara, barre, asea.
Todo listo y en el orden apropiado.
Orden del que nadie habría sospechado.
Y pensando en el después, aquello le invade otra vez.
Camino sinuoso.
Un pino, un tronco ¡Cuidado!
Sobre los añejos rieles de la confianza espera el no perder su ahora, su balsa.
Gritando a los horizontes en plena y ansiosa alba que le dejan aún en esta azul, tan helada agua.
Su deseo pronto, el sabe volverá a surgir aunque ya no esté aquí entre talados campos y elevados llantos.
Su deseo quizás viaje a los valles color esmeralda, donde no cosechó su entera fuerza y templanza.
Pero el delicado viento sí le proveyó de aquel fino hilo, buena tanza.
Un fin, su desesperanza.
Am I supposed to pay by cheque?
Or coin by coin?
Meter by meter?
Piece by piece?
Let me know, is this the bill?
I hope I have some of your currency.
If not I hope you'd accept mine in exchange.
Are you expecting gold, ‘cause I have some.
What I have is what you see.
You'll see, I'll get some more.
Am I supposed to pay cash?
How many statements?
What are you charging me for?
This is my currency.
It says, love, understanding and in the other side it says I care.
Ái, ái, ái.
Finalmente me hablás.
Estabas ahí dentro de mi, callado.
Y ahora te animás.
Ahora podés ejecutar.
Acciones de bondad.
Ái, ái, ái.
Te tenía miedo, ¿sabes?
Yo te sentía
Y vos estabas ahí. Lleno.
No te veía, solo te sentía.
Y hoy hablás.
Hoy lo canalizás.
Me decís algo.
Me das una fecha.
Me hablás de un día.
Es un día después.
Pero uno en particular.
Y yo me organizo.
Y yo me pienso.
Y yo me veo.
Ahí.
Ái, ái, ái.
“¡6 grados!” no estoy en la pampa húmeda, ¡pero el frescor se siente igual!
Acá hay mucho olor a chocolate y a queso del más feroz, cuidado.
Un viaje corto y tres momentos, uno de ellos cuando serví de guía a dos coreanas, y mi mayor placer, su deleite con la ciudad, ¡nueva!
Más tarde las chicas asiáticas decidieron regresar al hotel.
Así, me disparé solo por donde pude ver alguna calle, alguna que otra postal en la que pararme a ver y respirar mi vista.
Luego, Lucie y Salomé me dieron la bienvenida en los bares. De uno en otro la pasamos –¡¡enyanté!!- hasta que el reloj dio las doce y así de ceniciento, se fue mi tren, y yo corriendo a él, al tren, para subirme a él envolviéndome en mi manto, así, casi sin saber donde estaba parado, viendo mil relojes y oliendo otros bares cercanos, comprendiendo lo que vi en la retina de mis ojos, sin pedirle nada más a ese momento, me encanté.